La reanudación de las relaciones entre ambos países, anunciada por el presidente Barack Obama el pasado 17 de diciembre, dio lugar a reacciones diversas y encontradas en Estados Unidos y especialmente en el seno de la comunidad cubana exiliada.
Los que están a favor del deshielo político argumentan que el acercamiento es la mejor forma de influir en el gobierno cubano y lograr cambios positivos en la isla con vistas a una transición a la democracia.
Los que se oponen a las relaciones señalan el largo historial de atropellos a las libertades y los derechos humanos bajo el modelo dictatorial impuesto por el régimen cubano desde el triunfo de la revolución en 1959, y los abusos que actualmente las autoridades en la isla cometen contra los disidentes pacíficos.
Muchos cubanos en la isla, que malviven con bajos salarios en una economía que se desplomó con el fin de la Unión Soviética, su generosa madrina financiera, ven el restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos como un bienvenido rescateLas perspectivas de una apertura comercial y de una mayor llegada de turistas fortalecen la esperanza de la gente. Ven en el horizonte un destino económico mejor para la maltratada isla.
Es probable que ocurra la esperada mejora, pero un alivio a las penurias materiales no necesariamente implicaría un cambio político radical, por lo menos a corto plazo. Mientras el gobernante cubano Raúl Castro ha dicho que el sistema político se mantendrá como hasta ahora, en la Casa Blanca no se espera que los cambios sean de la noche a la mañana.
Los que están a favor del deshielo político argumentan que el acercamiento es la mejor forma de influir en el gobierno cubano y lograr cambios positivos en la isla con vistas a una transición a la democracia.
Los que se oponen a las relaciones señalan el largo historial de atropellos a las libertades y los derechos humanos bajo el modelo dictatorial impuesto por el régimen cubano desde el triunfo de la revolución en 1959, y los abusos que actualmente las autoridades en la isla cometen contra los disidentes pacíficos.
Muchos cubanos en la isla, que malviven con bajos salarios en una economía que se desplomó con el fin de la Unión Soviética, su generosa madrina financiera, ven el restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos como un bienvenido rescateLas perspectivas de una apertura comercial y de una mayor llegada de turistas fortalecen la esperanza de la gente. Ven en el horizonte un destino económico mejor para la maltratada isla.
Es probable que ocurra la esperada mejora, pero un alivio a las penurias materiales no necesariamente implicaría un cambio político radical, por lo menos a corto plazo. Mientras el gobernante cubano Raúl Castro ha dicho que el sistema político se mantendrá como hasta ahora, en la Casa Blanca no se espera que los cambios sean de la noche a la mañana.
De cualquier manera, estamos ante un hecho consumado. La apertura de las embajadas marca un nuevo capítulo en el devenir de ambas naciones, unidas tanto por la geografía como por la historia. En esta etapa que recién comienza, Washington debe utilizar la mayor comunicación que ahora tiene con La Habana para tratar de mejorar la situación de los derechos humanos en Cuba y la forma en que el régimen trata a una oposición "pacífica" y numerosa. Es lo que el presidente Obama prometió al anunciar el restablecimiento de las relaciones.
La bandera cubana fue izada el lunes en la capital de Estados Unidos por primera vez en más de medio siglo cuando la antigua Sección de Intereses de Cuba en Washington se convirtió oficialmente en la embajada de la nación caribeña, marcando el restablecimiento formal de las relaciones entre los dos enemigos de la Guerra Fría.
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