“Volver a Cervantes y asumir la locura de su personaje como una forma superior de cordura, tal es la lección del Quijote. Al hacerlo no nos evadimos de la realidad inicua que nos rodea. Asentamos al revés los pies en ella”, subrayó antes de lanzar un guiño al partido que ha revolucionado en apenas unos meses el panorama político español: “Digamos bien alto que podemos. Los contaminados por nuestro primer escritor no nos resignamos a la injusticia”.
SI PODEMOS!!
“La luz brota del subsuelo cuando menos se la espera”, dijo Juan Goytisolo en otro tramo de su intervención. Los que conocen la obra del autor de Belleza sin ley podían esperarse la contundencia de un discurso que esta vez no brotó del subsuelo sino de un púlpito flanqueado por dos maceros de gala. Allí, en lo alto y bien alto, sin rodeos y a la llana, el último premiado con el galardón más importante de la lengua española dijo, aunque fuera con pe minúscula, que “podemos”.
Enseguida llegaron los aplausos, el discurso del ministro de Cultura, el de Rey y el Gaudeamus igitur de la coral. Tres cuartos de hora después de abrirse “la sesión”, se levantaba. Quedaban el aperitivo, las fotos, los corrillos y la apertura de la exposición Compromiso y disidencia en honor del premiado. También, de retirada, la tuna universitaria, esa “gallarda y donosa estudiantina” a la que Goytisolo, el destino tiene estas cosas, dedica uno de los capítulos más locos de su novela Paisajes después de la batalla. En esas páginas, el protagonista, que se parece sospechosamente al autor, se esfuerza en contener el vómito cada vez que escucha cantar Clavelitos. El capítulo se titula ‘Defectos, sicosis, puntos flacos’. También los inmortales los tienen. En Alcalá, por ese lado, la cosa no pasó a mayores.
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