El pasado domingo apareció en últimas noticias una crónica que se refiere a la celebración del Día de los Inocentes. En el texto, en los párrafos tercero y cuarto, se habla de la salida de "La Mujiganga", un personaje de vestimenta negra y chistera que, montado sobre una burra, recorre las calles de La Vela, en Coro (Fal), desde la noche del día 27 anunciando la visita de Los Locos a las casas de varios señores de la localidad para que preparen su recibimiento.
El corresponsal, emocionado, en vez de la "o" usó la "u", pues la palabra correcta es "mojiganga", que se entiende como una "obrilla", dramática, muy breve, para hacer reír, en que se introducen figuras ridículas y extravagantes. Se trata, pues, de una antigua tradición. No hay que olvidar que Coro, fue una de las primeras ciudades fundadas en el País, desde la cual partieron diversas expediciones alemanas en busca de El Dorado.
Se ha propuesto que el término mojiganga tenga su origen en la boxiganga o compañías de bojiganga del teatro ambulante de los siglos XVI y XVII, (una de las ocho que enumera Villandrando en su libro El viaje entretenido). Y que con el tiempo y gracias a la popularidad de estas mascaradas grotescas, el género acabó invadiendo el espacio del entremés barroco. Así, la mojiganga entremesada fue, a partir de mediados del siglo XVII, la pieza dramática breve por excelencia. Entre los cultivadores del género destacaron: Pedro Calderón de la Barca (La mojiganga de las visiones de la muerte), Juan Vélez (Mojiganga de las figuras), Simón Aguado (Mojiganga de las niñas de la Rollona), Vicente Suárez de Deza, Francisco Monteser, Alonso de Ayala y Manuel de León Marchante, entre otros. También cultivaron el género Francisco de Quevedo y Pedro de Quirós.
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