¿EL LENGUAJE
UTILIZADO EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE MASAS… PUEDE EGENDRAR VIOLENCIA?
Es muy positivo que se plantee el problema de la
violencia desde el punto de vista del lenguaje que se utiliza en los medios de
comunicación de masas.Sobre todo cuando ese planteamiento se hace, en el
caso de la TV, en las propias plantas televisoras y en programas de alta
sintonía y gran profesionalismo, como <Quién
tiene la razón>, <Sea usted el Juez.>,<Cristina>,<Laura de América>,<Caso
Cerrado>,<El Zorro>,<El Chavo>,<Los Simpson>,<Bob
Esponja>,<Marido en Alquiler>,etc
se da en todos los medios, si bien el televisivo tiende a hacerla más notoria, por
conjugar de modo directo lo visual con lo auditivo.Es inevitable que la violencia del ambiente se refleje
en los medios de comunicación. Ese no es el problema. Lo grave es que la
presentación de la violencia en los medios adquiera grados de exageración y de
abuso, tanto en lo cuantitativo, como en lo cualitativo. Es decir, no se trata
sólo de la excesiva cobertura que suele dárseles a los hechos violentos, sino
también de la forma como son presentados ante el público.Bastante se ha escrito y hablado acerca del problema
en relación con los medios audiovisuales, aunque de hecho hay que seguir
haciéndolo. Me referiré en primer lugar al tema en cuanto atañe a
los Medios Impresos. De éstos muy
poco se habla, talvez porque no se tiene
conciencia de cómo el mismo fenómeno se presenta también en los periódicos,
aunque sea menos notorio, lo cual no significa que sea menos dañino. A lo mejor
si se investiga bien en ese sentido, descubriremos que los efectos del exceso
de violencia en los periódicos es tanto o más peligroso que en otros medios.Hasta ahora, el amarillismo*
en los periódicos ha sido visto sólo en relación con grandes titulares de
presentación escandalosa, muchas veces en llamativos colores (preferentemente amarillo) y de contenido total o
parcialmente mentiroso; y también en las ilustraciones fotográficas que suelen
acompañar al tipo de “información”, muchas veces grotescas y francamente
obscenas.Pero se ha pasado por alto que con frecuencia cierto
material informativo, que no se presenta con tales características, sino más
bien bajo una apariencia de “seriedad” y ponderación, va, sin embargo, tan
cargado de expresiones semánticamente vinculadas a la violencia, que es
presumible que provoquen en el lector algún efecto negativo, Sólo que se trataría de un efecto subliminal, que no se manifestaría de manera inmediata ni
notoria, pero que podría irse acumulando en la conciencia de los lectores de una
manera altamente peligrosa y operar desde allí, a la larga, como una bomba de
tiempo con consecuencias impredecibles.Al azar he tomado una información policial publicada
en una última página. La presentación no es escandalosa, a pesar de ocupar casi
toda la página, con títulos a ocho columnas. Tampoco las fotos que la acompañan
poseen ningún carácter amarillista. Sin
embargo, el lenguaje utilizado tiene una sobrecarga de vocablos y frases cuyo
contenido semántico se relaciona directa o indirectamente con la violencia, de
suerte que es de suponer que provoquen en el lector, no siempre de forma
consciente, asociaciones de tipo negativo, talvez hasta el grado de lo
catastrófico o apocalíptico. En efecto, ya desde el título se percibe tal cosa.
Este tiene séis palabras de las llamadas
plenas, es decir, sustantivos, adjetivos, verbos y adverbios. De éstas,
tres (50%) se refieren a la violencia: venganza,
narcotráfico y asesinato, las tres colocadas en la primera de las dos líneas que
tiene el titular. Luego, en el sumario aparecen 34 palabras plenas de las
cuales nueve (24,4%) corresponden a la categoría violenta: asesinó, capo, mafioso, secuestrar, ajusticiar, implicados, tráfico de armas y drogas.El texto, por su parte, de 627 palabras plenas , 103 (16,4%) dan de algún modo
idea de violencia: cadáveres, amordazados, torturas, mutilaciones, atormentarios, asesinados, espeluznante,
sucumbe, desaparición, matones, tiros, etc. Algunas de éstas, por
supuesto, consideradas aisladamente y en abstracto, no poseen un contenido
semántico vinculado con la violencia, pero dentro del contexto de una
información de este tipo adquieren esa connotación como si fuesen vocablos
intrínsecamente vinculados con hechos violentos. Desde luego, no se trata de un propósito intencional y consciente de
transmitir tal cúmulo de violencia, por parte del reportero que escribió la
información a que nos referimos. Pero el hecho, en general, reclama una
consideración adecuada, para saber si son pertinentes determinados correctivos.El problema es, pues, determinar, hasta donde ello sea
posible, si es la acumulación de expresiones relacionadas con la violencia es
capaz de producir efectos ocultos en los
lectores, que en alguna medida puedan afectar su salud mental. Por nuestra
parte no pasa de ser una hipótesis, casi una simple suposición. Talvez los
psicólogos y los psiquiatras, mediante una investigación adecuada, logren
determinar lo que pueda haber de cierto en ello.
*Amarillismo.- El término se originó durante la
"batalla periodística" entre el diario New
York World, de Joseph Pulitzer, y el New York Journal, de William Randolph Hearst, de 1895 a 1898, y se puede
referir específicamente a esa época. Ambos periódicos fueron acusados, por
otras publicaciones más serias, de magnificar cierta clase de noticias para
aumentar las ventas y de pagar a los implicados para conseguir exclusivas. El periódico New York Press acuñó el
término "periodismo amarillo", a principios de 1897, para describir
el trabajo tanto de Pulitzer, como de Hearst. A ello contribuyó el éxito del
personaje The Yellow Kid en ambos diarios.[1]El diario no definió el término y
en 1898 elaboró el artículo We called them Yellow because they are yellow.[2]
(El título es un juego de palabras en inglés. Yellow
significa tanto amarillo como cruel y cobarde.)
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