Se
pregunta ahí por lo que podría ocurrir si las máquinas llegaran un día a
ser más inteligentes que los hombres. Igual les da por lanzar un
furibundo ataque y acabar de una vez con todo. Quién sabe, podrían
fabricar un ejército de drones minúsculos, del tamaño de un mosquito, y
encargarles la
NICK BOSTROM
tarea de vomitar gas mostaza sobre poblaciones indefensas
hasta aniquilarlas definitivamente.
Los escenarios apocalípticos resultan particularmente verosímiles en
épocas de crisis. Y esta lo es. El siglo XXI empezó torcido, como si
hubiera bajado uno de los ángeles del Apocalipsis de san Juan
al que se le hubiera entregado “la llave del pozo del abismo”: para que
lo abriera. Desde entonces sigue saliendo “como humo de un gran horno”.
Por eso tranquiliza que en Oxford exista este grupo de sabios que
analizan lo que se nos puede venir encima. Se dedican a anticipar
escenarios, y escriben informes. Hay filósofos, físicos, economistas,
matemáticos, una cohorte de gente especialmente preparada para una tarea
de tanta responsabilidad y, desde hace diez años, realizan su trabajo
gracias al mecenazgo de un multimillonario que quiere aportar su grano
de arena para parar los golpes cuando sea necesario. Cuando toque el
reto de salvarnos.
Uno de los investigadores del instituto, Anders Sandberg, ha
identificado a los cinco jinetes que podrían ocuparse de liquidar de un
zarpazo los afanes y pesadillas que van arrastrando los hombres durante
su estancia en el mundo. Más que una guerra nuclear, la primera amenaza
sería, al parecer, el hollín que esta desplazaría a la estratosfera el
que acabaría con la especie por enfriamiento y una sequía mundial.
También podría la humanidad quedar fundida por algún maligno experimento
de la biotecnología: una pandemia sofisticada y profundamente letal.
Anders también contempla que sea la inteligencia artificial la que acabe
con los hombres o una “plaga gris de nanomáquinas que
se autorrepliquen hasta devorarlo todo”. El quinto jinete, y esto está
bien visto, sería ese horror que aún desconocemos.
Anders no contempla que sea el cambio climático el que acabe con
todo, ni ha considerado la eventualidad de que pueda caer un meteorito y
nos estropee la fiesta —“ya sería mala suerte”, escribe—. Lo cierto es
que, vistas las cosas con tanta distancia y sofisticación, todas las
barbaridades que contemplamos asustados no son nada más que una nota a
pie de página de esa larga historia de incontables sufrimientos con los
que las criaturas humanas siguen teniendo que lidiar.
Goethe cuenta en su Fausto el pacto de un sabio con el
demonio que va a permitirle conocer por fin todo aquello que se le
escapa. En algo hemos evolucionado: hoy es un instituto en Oxford el que desentraña el misterio de nuestro futuro.
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