miércoles, 17 de febrero de 2016

EVOLUCIÓN HUMANA. Tuvimos hijos con los neandertales ya hace más de 100.000 años. El ADN analizado sugiere relaciones sexuales durante decenas de miles de años

Hay un detalle pornográfico de la prehistoria que destroza el relato de la Creación divina elaborado por cualquiera de las religiones: el sexo con neandertales. Nuestra especie no solo fornicó repetidamente con aquella otra extinguida hace 40.000 años, sino que ambas tuvieron numerosos hijos fértiles, dejando un rastro de ADN neandertal que pervive hoy en nuestras células. Y no fue un calentón de un día. Un nuevo estudio revela que hace 100.000 años los neandertales y los humanos modernos ya tenían hijos en común, unos 45.000 años antes que los primeros encuentros documentados hasta ahora. No hubo un Dios que creara una especie humana. Si acaso, creó varias diferentes y copulaban entre ellas.
Los autores del trabajo, encabezados por el biólogo español Sergi Castellano, dibujan un pasado enrevesado. Los humanos modernos, los Homo sapiens, surgieron en África hace unos 200.000 años y algunos de ellos salieron del continente hace unos 65.000 años, cruzándose por el camino con los neandertales europeos y dando lugar a miles de millones de personas que hoy habitan el planeta fuera de África. Esto es lo que ya se sabía. El nuevo estudio sugiere que hace más de 100.000 años otra población de Homo sapiens salió de África y mantuvo relaciones sexuales, posiblemente en Oriente Próximo o en el sur de Arabia, con grupos de neandertales que estaban desplazándose hacia Asia. Aquellos humanos modernos pioneros se extinguieron, pero su huella aparece ahora en el ADN extraído de los restos de una mujer neandertal hallados en una cueva de Siberia, en la frontera entre Rusia y Mongolia.
“La mezcla con los neandertales ocurrió mucho antes de lo que creíamos”, señala Castellano, investigador del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leipzig (Alemania).Homo sapiens abandonó el hogar paterno antes de lo que pensábamos. Y, a la luz de la introgresión [el movimiento de genes de una especie a otra], vemos que tuvo una adolescencia bastante animada”, bromea a su vez María Martinón-Torres, paleoantropóloga del University College de Londres y ajena al nuevo trabajo.

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