"...EL SISTEMA CAPITALISTA ES EL CAUSANTE DE TODOS LOS MALES QUE SUFRE LA HUMANIDAD"
La asombrosa renuncia del presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, revela la división de los republicanos en el Capitolio, que no es vista con buenos ojos por el público y ha hecho que la Cámara sea prácticamente ingobernable.
Desde que sus colegas lo eligieron al puesto en el 2011, Boehner ha tratado, generalmente en vano, de reducir las profundas diferencias entre los miembros de su grupo, que creen en un gobierno responsable, y una fracción extremista.
En el 2013, para apaciguar al grupo radical, se dejó llevar en el empeño de cerrar el gobierno por una pelea sobre los fondos para el Obamacare, aun cuando sabía que el empeño fracasaría, como en efecto sucedió. Pero eso no le ganó puntos con la línea dura, que se quejó abiertamente de su modo de dirigir.
El último capítulo de esta historia encierra una amenaza de los ultraconservadores de paralizar el gobierno de nuevo el próximo viernes por el debate en torno a los fondos para Planned Parenthood.
La decisión de Boehner de no cerrar el gobierno esta vez, a pesar de los deseos de la línea dura, al parecer dio lugar a su decisión no solo de renunciar al ingrato puesto de dirigir la Cámara, sino también de renunciar al Congreso. En un emotivo discurso, Boehner aclaró que estaba harto de la incesante rebelión conservadora y que estaba renunciando para evitar un prolongado enfrentamiento que le haría un daño irreparable a la Cámara, donde ha sido congresista desde 1991.
Irónicamente, la fracción extremista de la Cámara puso fin de esa manera a la carrera de alguien que había alcanzado la prominencia como un halcón conservador, un arquitecto del Contrato con América de Newt Gingrich en la década de 1990 que puso a la Cámara bajo el control republicano por primera vez en una generación.
La inspiradora presencia del Papa Francisco el jueves en el Congreso puso las cosas en perspectiva para Boehner, quien dijo más tarde que unas palabras en privado con el Pontífice lo conmovieron.
Por un día, el Papa llevó unidad a Washington, mientras todos escuchaban con respeto su petición de trabajar por un mundo mejor.
Para Boehner, un católico devoto que desde hacía años soñaba con llevar a un papa al Capitolio, el discurso de Francisco en el Congreso fue la culminación de una vida dedicada a la política. Se le vio llorar varias veces en su asiento detrás del Pontífice.
Para Boehner, el momento parece haber sido el correcto para dejar que sea otro el que trate de poner orden en el Congreso.
Ese podría ser el líder de la mayoría, el republicano Kevin McCarthy, de California, aunque otros también podrían aspirar. Quienquiera que gane tendrá que enfrentar el reto de dirigir a un partido dividido entre moderados y ultraconservadores que afirman disfrutar de gran popularidad.
Un partido con esas divisiones no puede gobernar bien. Boehner vio el daño, pero no pudo detenerlo.
La lección que deja la renuncia de Boehner es que el acuerdo es esencial para un gobierno efectivo. Si el próximo presidente de la Cámara no lo entiende, descubrirá lo mismo que su predecesor: que el liderazgo no vale la pena si significa destruir su partido y dañar a la nación.
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